Fritole venexiane (Buñuelos de Venecia)

fritole venexiane

Hubo un tiempo en Europa, y especialmente en Italia, cuando todo el año era cuaresma, en el sentido de renunciaciones y reglas impuestas, y sólo en Carnaval, que en el calendario litúrgico católico se sitúa entre la Epifanía (6 de enero) y la Cuaresma, había una cual licencia y desenfrenos.

Los primeros documentos que certifican el Carnaval datan de la época medieval (a partir del siglo VIII) y hablan de un disfrute excesivo de comida, bebida y placeres sensuales. Durante todo el período se pervierte el orden social existente y se intercambian los roles habituales, ocultando las viejas identidades detrás de máscaras.

El Carnaval sé ha desarrollado entonces espontáneamente en la sociedad humana, ocupando siempre más importancia en ella y en su imaginario colectivo: la ilusión, la energía, la espontaneidad y la creatividad popular han encontrado expresión, desde que los tiempos pasados, en este evento, cuyo valor simbólico va mucho más allá de la simple fiesta.

En contraste con las formas religiosas oficiales, el Carnaval era la fiesta del pueblo, el lugar de la risa y la locura, la broma, la materialidad y la abundancia. En la fiesta se aplica la más absoluta libertad y todo se convierte en lícito: cada jerarquía se cae y las relaciones se convierten espontáneas y libres, superando los frenos impuestos por las convenciones sociales y las barreras creadas por las diferencias de edad, clase y género.

Desde aquí nace el sentido de las máscaras que cubre, esconde la verdadera identidad de la persona, la hace más libre y desinhibida.

Esto en el pasado. Ahora, no sólo en Venecia sino en todo mundo, es una fiesta comercial, hecha para los turistas, para vender la imagen falsada de un tiempo, de un acostumbre que ha desaparecido.

Lo que permanece son, en cambio, unos pocos postres típicos de aquel tiempo.

Uno de estos es el buñuelo, la “fritola venexiana” por decirlo en el dialecto de Venecia.

Hasta ayer en Italia, hoy no sé, en cada hogar el Carnaval era fiesta y “fritole”, el típico dulce de Carnaval de Venecia, cuya historia se remonta al Renacimiento.

La receta la encontramos mencionada por el cocinero «secreto» (personal) de Pío V, Bartolomeo Scappi, en su tratado culinario «Opera», publicado en el siglo XVI.

El histórico Marangoni dijo que la “fritola”, en 700 se convirtió en el «postre nacional del Estado Veneto» y era la reina del arte dulcero popular de Venecia.

Cada abuela, cada mamá tenía su receta más o menos secreta: voy a ponerle la mía que repite, con pequeñas adaptaciones, la de mi mamá: son las fritole que comía cuando era niño.

Ingredientes:
harina blanca de trigo                        250 gr
mantequilla                                             100 gr
huevos enteros                                          6
agua                                                        500 ml
sal                                                              2 pizcas
levadura seca de cerveza                          3 gr
vainilla                                                      1 cucharita
azúcar                                                       3 cucharas
pasa                                                          50 gr
piñones                                                     50 gr

Procedimiento:
Poner en una olla antiadherente el agua y derretir la mantequilla.
Añadir de una vez la harina (tamizada) y la sal.

Revolver constantemente con una cuchara de madera hasta que la masa se desprende de los lados de la olla.
Retirar del fuego, extender la masa sobre la superficie de trabajo y dejar enfriar.

Poner la masa en un bol y añadir un huevo a la vez: es un paso muy importante y es absolutamente necesario que antes de añadir el siguiente, el huevo de antes sea perfectamente mezclado.
Añadir el azúcar, las pasas, ablandadas durante una hora en agua tibia, secadas y pasadas en un poco de harina blanca, los piñones y por último la levadura.

Mezclar bien: dejar el bol, cubierto con una toalla en un lugar cálido, durante un par de horas.

Freír en aceite caliente (de preferencia de maní) vertiendo la pasta cremosa con una cuchara para hacer bolas. Volverlas en el aceite y retirarlas cuando toman un color marrón claro: ponerlas sobre papel de cocina.
Abrir la primera que sale de la sartén para ver si está cocida en el interior: si no hay que bajar el fuego (o hacer bolas más pequeñas) para que puedan cocinar más tiempo sin quemar el exterior.

Una vez frías, espolvorear con azúcar glas.

El vino que bien se acompaña es el Prosecco: blanco, espumoso, bien fresco.

Deja un comentario